El matrimonio esta unido para siempre. El hombre no es como una mariposa o una abeja que va picando de flor en flor para ver cual es la más dulce. El cristiano no piensa cuando se casa: bueno, me caso con María, y si me canso de ella porque no me agrada, me divorcio y me caso con Cristina; y si Cristina no me gusta, me caso con Josefina". ¡De ninguna manera! La Biblia dice así: "Lo que Dios unió, no lo separe el hombre" (Mateo19:6).
En la Biblia y en el verdadero cristianismo no se contempla la separación ni el divorcio. Hay, si, un pequeño paréntesis, una cláusula infinitesimal, la cual indica que, en casos extremadamente graves, Dios pueda ser el que permita el divorcio. Me refiero al adulterio cometido por una de las partes. Pero el joven cristiano no debe ser ni tan necio ni tan ciego como para argumentar dentro de si: "sueno, si mi esposa no resulta ser lo que espero, me busco otra".
Tal actitud es el fin de la paz y de la alegría en la vida. Tal actitud es un mal comienzo para cualquier matrimonio, ¡Es una locura irreparable! Por supuesto que Dios perdona estos pecados. La Biblia nos dice que "la sangre del Señor Jesucristo nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7) .La Biblia afirma en Hebreos 9:14: "La sangre de Cristo limpiara vuestras conciencias... para que sirváis al Dios vivo y verdadero". Sí, Dios perdonará; pero el joven cristiano debe pensar que se casa con esta joven para unirse a ella para siempre, hasta que solamente la muerte los separe.
Ni el juez, ni algún hombre, ni aun su propia voluntad, ni su padre, tienen derecho a separarlos.
Autor: Luis Palau
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